jueves, 24 de febrero de 2011

Evolucion del concepto de muerte en niños

Se han estudiado bastante más, las hipótesis que los niños formulan respecto al origen que aquellas que arman respecto a la muerte.
Generalmente los niños empiezan a preguntarse sobre la muerte cuando ven algo muerto, como puede ser un animal. Estas preguntas son respondidas por algún adulto u otros niños siendo éstas sus dos fuentes principales de información. Más tarde, también obtendrá datos del ambiente sociocultural en el que está inmerso. Estas ideas, también se ven alimentadas por experiencias de muerte cercana y por la observación del envejecimiento de los demás.
Evolutivamente, se podría decir que los niños de 2 años desconocen el concepto de muerte como tal. Los niños pequeños se creen invulnerables e inmortales, por eso sienten tanto desconcierto y hacen tantas preguntas. Sin embargo, son capaces de percibir la ausencia de las personas que ya no están y eran significativas para ellos. Como consecuencia de esto, y de los cambios que se generan como producto de la reorganización que esto implica, muchas veces presentan conductas de protesta, desesperación, desapego y ansiedad.
A los 3 años, cuando el habla ya está establecida, aparece la idea de muerte. Sin embargo, en este momento todavía los conceptos de tiempo, espacio, causa y constancia objetal están en plena construcción. Este momento coincide con el desarrollo de la función simbólica.
A esta edad, los niños equiparan la muerte al dormir y la asocian con la posición de estar acostados y con los ojos cerrados. En este momento, la diferencia entre la vida y la muerte pasa por lo dinámico y lo estático. Asimismo, la muerte es entendida como una separación temporal, creen que “es por un ratito”, no siendo conscientes de su irreversibilidad. Es por esto que pueden aparecer preguntas como “¿Cuándo van a volver?”, “¿Dónde se fueron?”. Esto se observa también en los dibujos animados como “El coyote y el correcaminos” o “Tom & Jerry”, donde se presenta la muerte como algo reversible.
En la fase edípica, y con un trasfondo del pensamiento animista y mágico entienden que la muerte es el resultado de la violencia. Por ese pensamiento mágico, muchas veces el deseo de que alguien desaparezca, se equipara al deseo de muerte y por eso, el sentimiento de culpa cuando el otro realmente muere. Para defenderse expresan en fantasías y juegos la salvación, la cura, la resucitación y reviven a estas personas.
El niño empieza a pensar que él también puede morir, pero solo como consecuencia de que lo maten. Pueden expresar gran ansiedad por esta idea que va ligada a una gran intensidad de los impulsos agresivos y una vivencia que Klein llama retaliativa (la venganza del otro a causa de la propia maldad y agresión del niño para con ellos).
Entre los 6 y los 8 años, con la entrada en la fase de latencia, se comienza a superar el egocentrismo y el niño entra en una etapa de socialización y salida de lo exclusivamente familiar. Las virtudes sociales vienen de la mano de mecanismos de defensa como la formación reactiva. La culpabilidad se toma en solidaridad y comienzan a ponerse en el lugar del otro y desarrollar capacidades como la ayuda y la empatía.
A esta edad, los chicos ya saben que la muerte es un hecho irreversible, pero no tienen el concepto de que es universal. Es por esto que muchos la tienden a personificar como si fuera un personaje maléfico que los puede atrapar. Esta es la primera aproximación a verla como un agente externo.
Las preguntas de esta etapa son de la forma “¿Vos vas a morirte?”, “¿Cuándo?”, “¿Todos los grandes se va a morir?”, “¿Los chicos también se pueden morir?”, y otras preguntas que apuntan a lo que pasa con la muerte como proceso material. Esto último es por la necesidad de apoyarse sobre lo concreto. Así es como pueden preguntar “¿Qué pasa con el cuerpo una vez muerto?”, “¿Se pudre?”, etc.
Hacia los 8 o 9 años, se suele asociar a la muerte con las causas que la producen y ya la entienden como algo inevitable. También al estar más afianzado el pensamiento y el principio de realidad, la muerte puede pensarse como generada por algo interno, puede entonces ser causada por una enfermedad y no necesariamente provocada por otro.
Entre los 10 y 12 años, cuando se está más cerca del pensamiento abstracto, se logra un concepto de la muerte como algo irreversible, universal y final. Pero todavía se la ve como algo lejano. Se la comprende como un proceso biológico. Los contenidos escolares, contribuyen a esta comprensión.
Recién al comienzo de la adolescencia, la muerte se concibe como algo que nos ocurrirá inevitablemente a todos. Muchas veces va acompañado de defensas como la negación y la renegación, pudiendo llevar a correr riesgos para comprobar su inmortalidad. También en la adolescencia este registro sobre la posibilidad de la propia muerte se puede encontrar en el interés y la crítica por los ritos, usos y costumbres sociales establecidas en torno al tema, manifestaciones de espiritualidad o incluso los paseos por los cementerios.

Bibliografía:
  • León, M & Perez de Polacino, S. (2010) El cuestionario desiderativo aplicado a niños. Una propuesta para la toma. Letra viva. Buenos Aires.

domingo, 20 de febrero de 2011

Estado de flujo y felicidad

El concepto de Estado de flujo, fue desarrollado por el psicólogo Mihalyi Csikszentmihalyi. Este estado, está muy relacionado con la felicidad.
El estado de flujo se alcanza cuando la persona se encuentra completamente absorta en una actividad que le da placer y disfrute. Durante este momento, se pierde la noción del tiempo (“el tiempo vuela”) y no hay otras acciones, pensamientos, ni movimientos que interrumpan esta actividad. Es decir que todo el ser está envuelto en esta actividad, y la persona utiliza sus destrezas y habilidades llevándolas hasta el extremo.
Durante este estado, toda la energía psíquica y la atención se concentran en los planes y objetivos de la actividad que se está llevando a cabo. No hay preocupaciones ni distracciones. La energía psíquica fluye sin esfuerzo cuando la información que ingresa en nuestra conciencia es coherente con nuestros objetivos. El acto sexual, el tiempo con amigos, una competencia o un entretenimiento son ejemplos de estados de flujo.
No es que durante el estado de flujo somos felices, porque para experimentar la felicidad debemos centrarnos en nuestros estados internos, y esto distraería la atención de la actividad que estamos haciendo. Recién una vez que terminamos, podemos darnos cuenta de lo que sucedió, y es entonces cuando nos vemos inundados de gratitud por la plenitud de esa experiencia; es entonces cuando podemos afirmar que somos retrospectivamente felices.

Para Csikszentmihalyi, no se puede ser feliz sin las experiencias de flujo y el estado de flujo se encuentra entre el aburrimiento y la ansiedad. Esto último lo explica con los siguientes gráficos:





Bibliografía:
  • Csikszentmihalyi, M. (1998) Aprender a fluir. Kairós, Barcelona.
  • Csikszentmihalyi, M. (1998) Finding flow: The psychology of engagement with everday life.
  • Csikszentmihalyi, M. Flow: The psychology of optimal experience.
  • Neumarkt, Ingrid. Curso: Equipos de alto rendimiento. Consultora: Whalecom.
  • Redes. Video 374. Aprender a fluir.

sábado, 19 de febrero de 2011

Aprender a fluir para ser feliz

INTRODUCCIÓN

La semana pasada, tuve un curso de Equipos de alto rendimiento, en el trabajo. Una de las cinco dimensiones de estos equipos es el “Espíritu de cuerpo” y una de las formas de lograrlo es aprendiendo a fluir. A raíz de esto, la psicóloga que daba el curso, nos transmitió varios conceptos obtenidos del libro Aprender a fluir de Mihalyi Csikszentmihalyi.


APRENDER A FLUIR Y FELICIDAD
Cuando la esperanza de vida era más acotada, las personas no invertían su tiempo en ver cómo podían ser felices, sino que se concentraban en la perpetuación de la especie. A partir del aumento de la esperanza de, la psicología positiva, comenzó a preguntarse cómo ser feliz.

Fue así como se iniciaron extensos estudios en los que se evaluó, durante mucho tiempo, la vida de personas que se consideraban felices. De esto surgió un listado de características comunes entre las que se encontraban:

  • Vida social: estar en contacto con la familia, los amigos, etc. para evitar a soledad e intentar formar algo que vaya más allá del sí mismo. Al mismo tiempo, concluyeron que las personas fluyen más cuando están con amistades que con la familia porque sienten menos responsabilidades.
  • Relación satisfactoria de pareja
  • Plenitud sexual
  • Optimismo y gratitud
  • Perdonar a los demás
  • Evitar la envidia: ya que aporta mal humor.
  • Mantenerse activos: haciendo las cosas que nos gustan.
  • Gustarse, tratase bien y disfrutar de las pequeñas cosas.
  • Relajarse.
  • Libertad: sentimiento de poder escoger.
  • Dinero: en la medida justa ya que por sí mismo no aporta felicidad. Aquellas personas obsesionadas por el vil metal, no son felices. Otro patrón interesante que se encontró indica que la euforia de las personas que ganan un gran premio económico, como puede ser la lotería, dura solo tres días y a los pocos meses vuelven a vivir como antes.
Teniendo en cuenta esto, todos somos parcialmente responsables de nuestra felicidad. Así es que la pregunta ya no sería “¿Qué me hace feliz?” sino “¿Cómo me hago feliz?”. Y esto es lo que estudió el psicólogo Mihalyi Csikszentmihalyi.

Mihalyi propone que la felicidad depende de la experiencia y la experiencia depende de lo que se hace. En promedio, un tercio de nuestra vida estamos trabajando y/o estudiando, otro tercio, al que llama Mantenimiento, se lo dedicamos a mantener el cuerpo. Esto abarca el conjunto de actividades que uno realiza sin recibir dinero a cambio y debe hacerlas porque sino el cuerpo se deteriora. Estas actividades incluyen afeitarse, bañarse, comer, etc. En el último tercio se incluyen las actividades que tienen lugar en el tiempo libre y que son las que dan placer.

Una paradoja a la que arribó en su estudio es que la gente es menos feliz durante los fines de semana. En estos días, es donde aparece la mayor cantidad de síntomas. Esto es porque durante la semana, con el trabajo o el estudio, la gente tiene los objetivos claros y recibe un feedback por lo que hace. A pesar de eso, las personas esperan la hora de salir de su trabajo, y cuando llegan a sus casas no saben qué hacer: se deprimen, se aburren, prende la televisión…

Las personas más felices son aquellas que alcanzan más estados de flujo. Es decir que éstos estados no aparecen solamente en el tercio de tiempo libre, sino que también, lo hacen en los otros dos tercios.

Bibliografía:
  • Csikszentmihalyi, M. (1998) Aprender a fluir. Kairós, Barcelona.
  • Neumarkt, Ingrid. Curso: Equipos de alto rendimiento. Consultora: Whalecom.
  • Redes. Video 374. Aprender a fluir.